Existe un propósito en nuestra creación. Dios creó al hombre y a la mujer para tener una conexión y comunión con Él. Entonces todos existimos para conocer, adorar y alabar a Jesús. Fuimos hechos con un vacío, con una falta de algo que sólo se llena cuando conocemos a Jesús. Nuestro principal propósito en la vida es este: CONOCER y ADORAR a Jesús.
Sin embargo, vivimos en un mundo que requiere mucho de nosotros. Escuela, universidad, trabajo, facturas, hogar, comida, todo esto involucra nuestros días y en medio de tantas cosas, ¿dónde queda Dios?
A pesar de las prisas de la vida, nuestro enfoque debe ajustarse constantemente a la voluntad de Dios. Puede que hayan muchas cosas por hacer y resolver, pero Jesús debe ser siempre una prioridad. Nosotros hacemos tiempo para todo aquello que priorizamos en nuestra rutina.
Nada ni nadie puede ocupar el lugar de Jesús. Él derramó su sangre para conquistar nuestro corazón y no podemos entregarlo a ninguna preocupación, bendición o situación que se presente en nuestro día. Nada puede ser más importante que Jesús, al final después de todo las circunstancias cambian, pero Jesús siempre seguirá siendo el mismo Dios bueno, justo y fiel que nos rescató del pecado que nos oprimía. (Hebreos 13:8 – “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”.)
Entonces, ¿qué te impide hoy tener un tiempo más profundo con Dios? ¿Cuáles son las cosas que se interponen en tu camino y te quitan el tiempo que pasas con tu Padre? ¿O qué te hace hacer una oración rápida sólo para decir que al menos hablaste con Dios? Decide ajustar tu enfoque poniendo a Dios como prioridad y deja que Dios se encargue de cada detalle de tu vida. (Mateo 6:33 – Mas, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas os serán añadidas”)