1 Coríntios 13:4-7 “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.”
En un mundo donde las relaciones muchas veces son guiados por egoísmo, prisa e intereses personales, la Palabra de Dios presenta un padron más alto: El amor verdadero. Y es ese amor descrito en 1 Coríntios 13, que debe ser la base de toda relación que desea honrar a Dios.
Las relaciones que glorifican al Señor no se sustentan apenas con emociones, atracción o afinidades… Por el contrário, son marcados por paciencia, humildad y perdón. Honrar a Dios en nuestras relaciones significa reflejar el carácter de Cristo en como tratamos a otros, sea una relación, matrimonio, amistad o hasta en la convivencia diaria con los hermanos de la iglesia.
Juan13:35 – “ En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”
Ese amor no es egoísta, ni manipulador. El no lastima, no juega con los sentimientos, no abandona cuando es difícil. Por el contrario: el todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Es un amor que edifica, que ora por otro, que perdona, que cuida con temor a Dios. Donde ese amor reina, hay espacio para crecimiento y para la presencia de Dios.
Efésios 4:2-3 “ con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”
Honrar a Dios en las relaciones también envuelven decisiones: huir de la impureza, mantener la verdad, respetar límites, preservar la comunión y buscar juntos la voluntad del Padre. Todo lo que no promueve santidad, respeto y paz debe ser reevaluado, nuestras actitudes deben siempre reflejar a Jesús.
Si lo que vivimos con el otro nos aproxima a Dios, nos vuelve más humildes, más puros, más parecidos con Cristo, entonces esa relación honra a Dios. Pero si nos aparta de su presencia, de la Palabra y de la paz, es tiempo de parar y pedir dirección al Espírito Santo.
Relaciones santas no son perfectas, pero si son frutos de una decision diária de amar como Jesús amo. Y donde hay un amor verdadero, Dios habita.